miércoles, 7 de agosto de 2013

Adaptaciones de los organismos al ambiente.

             
Esta mariposa logró imitar
perfectamente la forma y
color de una hoja.
En el curso de la evolución de la vida, desde sus inicios hasta la actualidad, todos los organismos, tanto los animales como los vegetales, han ido ocupando los espacios que han encontrado disponibles. No obstante, dichos espacios imponían unas condiciones determinadas que limitaban las posibilidades de supervivencia. Las especies se han adaptado a esas condiciones dando lugar a otras nuevas y, de ese modo, a la diversidad actual de plantas y animales.
Adaptaciones al medio acuático: la vida surgió en las aguas, a salvo de las peligrosas radiaciones que en aquella época llegaban todavía hasta la superficie del planeta. El medio acuático limitó con sus características físicas y químicas las vías posibles de desarrollo y evolución de los seres vivos. La necesidad de no hundirse hacia el fondo hizo que todas las las formas vivientes adoptaran medios convergentes para contrarrestar esa fuerza de descenso. Surgieron así “flotadores” y “paletas de sustentación”. Entre los primeros se tienen tejidos aeríferos de numerosas plantas y las vejigas llenas de gas que encontramos en las medusas, sifonóforos o peces. Otros organismos, más evolucionados, desarrollaron artilugios con los que poder realizar pequeños desplazamientos. Surgieron de este modo flagelos y cilios, así como porciones ensanchadas del cuerpo que proporcionaban una superficie de sustentación y la posibilidad de avance. El agua se opone al movimiento de los cuerpos y por lo tanto los animales tuvieron que adaptar su morfología para encontrar la mínima resistencia en el medio.
Adaptaciones al medio aéreo y terrestre: la falta de la fuerza de empuje de las aguas que compensa el peso corporal impidió que los animales terrestres alcanzaran tamaños superiores a los de los animales acuáticos. La situación para las plantas fue distinta, pues al crecer fijas sobre el terreno y no tener que desplazarse, la construcción de elementos de soporte no constituyó ningún problema. Sin embargo, el aire, incluso, en condiciones de máxima humedad, suponía un reto para el mantenimiento del equilibrio hídrico. Las plantas recubrieron su cuerpo de cutículas impermeables y redujeron el número de estomas; en los casos extremos, como sucede en los desiertos, las hojas disminuyeron su tamaño, se transformaron en espinas o se convirtieron en órganos de reserva de agua.
Guecko de cola de hoja.
Los animales, ante el peligro de desecación engrosaron sus pies o la impermeabilizaron, se recubrieron de gruesos caparazones o continuaron viviendo muy ligados al agua aunque realizaran parte de su vida en el exterior. Junto con esas adaptaciones morfológicas, llevaron también a cabo otras de tipo fisiológico mucho más importantes y que les permitieron conquistar medios extremos. Frente a los cambios de temperatura, las plantas optaron por reducir las hojas a agujas o a perderlas con la llegada del otoño. Las especies de alta montaña, como el edelweiss, se recubrieron de una pilosidad que los protegía del frío. Los animales, por su parte, adquirieron un pelaje denso y aumentaron el grosor de la capa adiposa para aislarse del entorno. Algunos se ocultan durante el invierno en cuevas, como los osos, nutriéndose de las reservas de grasas.

Flor Edelweiss
En el desierto muchos animales se acostumbraron a descansar de día y realizar sus actividades durante la noche, cuando la temperatura desciende, además de cubrir todas sus necesidades hídricas con el agua de sus alimentos. Hay especies que en lugar de modificar sus costumbres o su fisiología se trasladan de un lugar a otro para disfrutar siempre de unas condiciones similares, como las aves migratorias.
Otros factores abióticos han conformado asimismo a los animales, y entre ellos se cuenta el viento. Las corrientes ascendentes de aire, las térmicas, han permitido la aparición de aves planeadoras como los buitres, y los vientos y brisas constantes que soplan sobre la superficie de los océanos han dado lugar a animales de escaso peso y gran envergadura, capaces de planear constantemente sin apenas consumir energía.
Formas biológicas: se denomina forma biológica al aspecto general que un organismo ha adquirido en el transcurso de la evolución como adaptación al ambiente, como se mencionó en casos anteriores. Cabe distinguir, así, entre los animales planctónicos, que flotan en el medio (aire, agua), los bentónicos del fondo de las aguas, los neustónicos, que habitan sobre su superficie, y los nectónicos, que se desplazan de modo activo por el agua. Por debajo de la superficie terrestre viven los animales edáficos.

Y entre las plantas se han clasificado diversos tipos de formas biológicas, distinguiendo entre ellos los terófitos (plantas anuales), los geófitos (plantas con yemas subterráneas), los hidrófitos (plantas acuáticas), los hemicriptófitos (plantas con yemas al nivel de suelo), los caméfitos (matas) y los fanerófitos (arbustos y árboles).

1 comentario: